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Cómo se enseñaba ciencias en Chile (1893- 1950)

Solapas secundarias

Educación científica en la enseñanza secundaria (1893- 1950)


Durante la mayor parte del siglo XIX, los estudios secundarios estaban reservados para los hombres pertenecientes a la elite. Su finalidad era instruir a los futuros ciudadanos y líderes del sistema republicano que se estaba gestando. Estos objetivos se materializaron en la implementación del Plan de Estudios Humanista (1843- 1876).

La enseñanza secundaria femenina estuvo durante mucho tiempo bajo la iniciativa particular y religiosa. En 1891 se fundó el primer liceo fiscal de niñas, el Instituto Carlos Waddington, siendo sucedido por el Liceo de Niñas de Santiago (1894), entre otros.

En sus inicios, a diferencia de los liceos de hombres, estas instituciones no buscaban la inclusión de las mujeres en el escenario político, ni su preparación para la universidad.

Los planes de estudio para ellas excluían el ramo de educación cívica y establecían menos horas de estudio para las áreas consideradas "intelectuales", privilegiando las labores "propias de su sexo", tales como la economía doméstica, costura, labores de mano, etc.

Sólo en 1912 el Estado decretó que el plan de estudios vigente para los liceos de hombres también era válido para los liceos femeninos.

Aspirando a la formación de ciudadanos hombres, cultos, virtuosos y racionales, el plan de estudios humanista privilegiaba una formación centrada en el aprendizaje de la lengua y literatura latinas. Sin embargo, este modelo comenzó a ser criticado por intelectuales y profesionales que se habían educado bajo él.

Luis Amunátegui, Salvador Sanfuentes, Enrique Matta, Diego Barros Arana y Benjamín Vicuña Mackenna, entre otros, considerando a la educación como un vehículo para la modernización del país, sostenían que ésta debía servir "a los chilenos para ponerse en contacto con la ciencia y la cultura moderna y de las sociedades más desarrolladas" (Cruz, Nicolás, 2002, 3).

Estas aspiraciones comenzaron a tomar forma paulatinamente a través de la implementación de reformas al sistema secundario, que, entre otros ámbitos, apuntaban a un aumento en la cantidad y calidad de la enseñanza científica.

En el plan de estudios de 1863 se intentó incorporar los ramos de ciencias naturales en los programas de estudios.

Pero como muchos establecimientos no contaban con la infraestructura y los materiales adecuados, solicitaron al Gobierno que los nuevos ramos no fueran obligatorios para adquirir títulos universitarios.

Así, en julio de 1865 se declaró que los estudios científicos no eran necesarios para graduarse, hasta que en 1867 se incorporaron como obligatorios y previos al bachillerato.

La Reforma Secundaria de 1879, dividió la educación en dos ciclos. En el primero los estudiantes recibían nociones básicas en el área de las ciencias naturales, en el caso de la biología, con la higiene y, en el de las ciencias de la naturaleza, con la vinculación del individuo con su entorno natural y social.

De esta forma, se recomendaba comenzar el estudio desde la biología general de los organismos, pasando después por la morfología y la fisiología, para terminar con la importancia higiénica, económica y útil para la vida. La profundización se reservaba al segundo ciclo, para quienes querían seguir una carrera superior o universitaria.

En 1889 se formuló una nueva reforma: el Plan Concéntrico, que se implementaría finalmente en 1893. Éste establecía seis años de formación secundaria y un nuevo sistema de estudio, que agrupaba los ramos para desarrollar un aprendizaje sistemático y progresivo.

Además, decretaba un aumento de las clases de ciencias físicas y naturales, repartiéndolas de la siguiente forma: zoología y botánica de primero a cuarto año; higiene, biología, química y física, en quinto y sexto año.

En la ejecución del nuevo plan aplicado a las ciencias, la preparación de los maestros, la adquisición de instrumentos de laboratorio, material didáctico, textos de estudios y la utilización de métodos pedagógicos modernos fueron centrales.

Así, a partir de la década de 1880, pedagogos alemanes, austríacos y suizos comenzaron a ser contratados por el gobierno, para colaborar en el mejoramiento del sistema educacional.

Estos profesores se involucraron en la creación del Instituto Pedagógico (1889), institución encargada de formar a las/os profesoras/es secundarios. Dentro de sus planes de estudio se contemplaba una sección de humanidades y otra de ciencias. En esta última, se preparaba a los futuros maestros en las áreas de matemáticas, física y ciencias naturales.

Estos profesionales confeccionaron los textos y planes de estudios de ciencias para la enseñanza secundaria. Por ejemplo, los primeros libros de botánica y zoología para liceos fueron elaborados por los profesores alemanes Roman Bonn y Alberto Meyer.

Destaca la primera edición de 1899 del texto de botánica para tercer año, titulado Testo para la enseñanza de la botánica compuesto según principios metódicos y la reedición del Testo para la enseñanza de la zoología compuesto según principios metodológicos i biolójicos (1902).

En tanto, el alemán Wilhelm Ziegler se incorporó en 1902 al Instituto Pedagógico, desde ahí trabajó en el mejoramiento de la enseñanza de la física en los liceos: incorporó el ramo de Metodología especial de la física, promovió la instalación de gabinetes del área en los establecimientos y en 1924 modificó y editó los tres tomos de su obra titulada Física experimental para ser usada en los liceos chilenos.

En 1925 se editó Compendio de la teoría de la evolución orgánica para el uso de colegios, de Theo Drathen, sacerdote alemán contratado por la Congregación del Verbo Divino.

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