Pasar al contenido principal

¿Para qué se educaba a las mujeres a inicios del siglo XX?

Solapas secundarias

Docencia femenina: otra faceta de la crianza


Al ser catalogada como una actividad similar a la crianza, la docencia se consideró a inicios del siglo XX como una actividad femenina para el Estado, la academia y las propias educadoras: «En esta carrera, por ser la continuación natural de la acción educativa de la casa paterna, es donde la mujer demuestra mejor sus facultades psicológicas» (Álvarez 1922, 43).

El establecimiento de escuelas normales en Chile respondió a la carencia de profesionales para materializar el proyecto educacional republicano. Las mujeres fueron convocadas con elogios, pero se sacó provecho de su apertura a ganar sueldos más bajos. Ello permitió a los establecimientos mantenerse sin grandes costos.

La necesidad de extender la cobertura y equiparar el acceso escolar de niñas y niños generó la fundación de la primera Escuela Normal de Preceptoras en 1854. La Sociedad del Sagrado Corazón en Chile se encargó de este establecimiento, por lo que las alumnas recibieron instrucción religiosa y capacitación en tareas, aunque para titularse rendían exámenes ante Comisión de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile.

Para mejorar la formación del profesorado, en 1870 se reestructuró el sistema educativo y se fundaron instituciones como la Escuela Normal de Mujeres en Chillán (1871) y la Escuela Normal de Preceptoras de La Serena (1874).

Los nuevos modelos e ideales educacionales se inspiraron en el sistema alemán, que sirvió de base para reformar la Escuela Normal de Preceptoras de Santiago y la educación de las mujeres en general.

La Directora del Liceo de Niñas n°5 de Santiago Guillermina Von Kalchberg detalla que «me llamó el Gobierno de Chile para que le secundara en la reforma de las escuelas normales, pues intentaba proporcionar a sus ciudadanos una educación «moderna», es decir, científica, veraz y, en consecuencia, práctica en el más elevado sentido de la palabra» (1915, 4).

La formación de las escuelas normales consolidó el rol de maestra de la mujer, en sintonía con el vínculo entre mujeres y familia:

«Con tus conversaciones y consejos llegas a nuestros corazones y dejas en ellos mayor fe y generoso ideales. Eres severa y justa y eres también amable y tierna, y con esta mezcla de severidad y de ternura nos guías y nos llevas por el camino del cumplimiento del deber; tal vez más tarde recogerás los frutos de las semillas hoy sembradas para poder siquiera así agradecer retribuir en algo a nuestra gran madre y maestra» (Escuela Técnica 1932: 9).

Una mujer que por largo tiempo fue recordada como un ícono de la maestra maternal fue la escritora y premio Nobel Gabriela Mistral (Pellegrini, 2007). La Reseña Histórica del Liceo n°6 de Niñas de Santiago, elaborada en 1946 la describía así: «Gabriela Mistral dio carácter de hogar al Liceo; las profesoras eran sus hermanas y compañeras; las alumnas, sus "hijitas", como ella las llamaba cariñosamente» (1946, 6).

Muchas de las desigualdades ya existentes en materia de planes de estudio diferenciados y en el mercado laboral fortalecieron esta asociación entre mujeres y docencia:

«Sabido es que la mujer, a quien le están privadas aun muchas actividades, tiene mayor dedicación al ejercicio del magisterio y que, con dedicación y esfuerzo cariñoso vocacional, puede perfeccionar ampliamente las especialidades docentes a que se dedique.

El profesorado actual de los Liceos de Niñas de primera clase, en general, tiene mayor numero de titulados en las Escuelas Normales o en el Instituto Pedagógico que el de los Liceos de Hombres, pues los hombres son alejados del magisterio por la escasa remuneración y buscan actividades más remunerativas» (Álvarez 1922, 58).

Temas relacionados